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Definitivamente ¡ya estamos en invierno!

     Todos hemos notado el frío y nuestras pequeñas psitácidas pueden ser las que más lo noten, por lo que hay que extremar las medidas de precaución. Las aves; y especialmente las de pequeño tamaño destinan gran parte de su gasto energético a la producción de calor y mantener su temperatura corporal. Hay que tener en cuenta que hablamos de una especie tropical, procedente del África subsahariana donde nunca se encuentran expuestos a temperaturas tan extremas. Si bien, al ser parte de la familia, se benefician de las condiciones ambientales artificiales a las que sometemos nuestros hogares (calefacción, etc.) esto puede también volverse en su contra. Cualquier corriente de aire, cambios bruscos de temperatura (cambios de habitación o apagar la calefacción a ciertas horas sin que tengan un lugar correcto para resguardarse), escasez de alimento (olvido de rellenar el comedero…) pueden resultar fatales para estas pequeñas aves.

     Hay que sumar otra complicación habitual. Si bien los agapornis en su medio suelen criar solamente en primavera; en nuestro hábitat y gracias a las condiciones artificiales a los que lo sometemos (temperaturas de interior cálidas, más horas de luz artificial…) muchos de ellos crían en pleno invierno con sus consecuentes prejuicios:

– En primer lugar, una hembra ponedora tendrá unas necesidades energéticas y minerales muy superiores en este periodo lo que hacen más fácil que se descompense y enferme. Son muchas las hembras de agapornis en cautividad que comienzan la puesta en pleno invierno. La energía que usarán proviene principalmente de los glúcidos; pudiendo llegar a agotar sus reservar y fallecer si no lo regulamos a tiempo. Por otro lado tiene un papel muy importante el calcio. Este mineral no solo es imprescindible para la formación de la cáscara del huevo, sino que es también imprescindible en el proceso de contractibilidad muscular de la puesta. Por tanto las necesidades crecen mucho y es imprescindible asegurarnos de que ingieran el suficiente, tanto en calidad como en cantidad (no todos los compuestos de calcio se pueden usar). Hay opciones clínicas que hay que adaptar a cada caso con el objetivo de evitar estas puestas o asegurarnos de que no supongan un desgaste excesivo.

– Por otro lado, estos nuevos polluelos de agapornis, se enfrentarán a un medio totalmente adverso y sus posibilidades de supervivencia se reducen enormemente. Tengamos en cuenta que un agapornis en condiciones normales en su medio nacería en primavera, con unas condiciones de temperatura elevadas, en un nido, junto a varios hermanos, al calor de su madre…Aun así no todos los polluelos suelen sobrevivir…en las mejores de las condiciones. Imaginemos entonces las dificultades que se encontrará un agapornis papillero que comencemos a criar a mano sin todas estas facilidades. La cría de un ave papillera es muy gratificante pero requiere muchos cuidados, mucha responsabilidad y unas pautas muy específicas de manejo y alimentación.

     Con todo esto es muy recomendable asesorarse bien por un especialista en aves en cuanto a qué ave, en qué condiciones y cuando voy a hacerme cargo de ella para optimizar las posibilidades de éxito.

     ¡A abrigarse toca!

Agapornis