La mayoría de nosotros nos cepillamos los dientes después de cada comida, y gracias a eso conseguimos mantener nuestras piezas dentales sanas y en buen estado muchos años más de lo que lo haríamos de no cepillarlos a diario. Esto sin duda es un factor clave en el aumento de la calidad y esperanza de vida del ser humano a lo largo del último siglo. Y es que cuidarnos la boca es fundamental. Entonces, ¿por qué no cuidar también la de nuestras mascotas?
¿Has notado que a tu perro le huele muy mal el aliento?
Al abrirle la boca tiene los dientes completamente blancos y las encías de color rosa claro o, por el contrario, ¿los tiene amarillentos, con una especie de costra y las encías rojas e hinchadas y retraídas?
Si tu perro (o gato) tiene más de 2 años y nunca nos hemos preocupado por el cuidado de sus dientes es probable que sea la segunda opción. Al principio podemos pensar que esto solo es un problema estético o de mal olor, pero es algo que va mucho más allá. En la boca, tanto nuestra como de nuestras mascotas, se forman bacterias continuamente. Estas bacterias utilizan los restos de comida y saliva para desarrollarse, formando una película sobre los dientes, llamada placa bacteriana. En este punto el perro puede sufrir una gingivitis, inflamación de las encías, y el proceso aún es reversible. Pero si no combatimos esta placa bacteriana a tiempo, acabará convirtiéndose en sarro, esa costra dura y amarilla/marrón, mucho más difícil de eliminar por procedimientos sencillos como el cepillado. La acumulación de sarro en la base del diente donde previamente se ha retraído la encía, hace que acaben dañándose el hueso y el tejido de sostén del diente, lo que se traduce en abscesos, infecciones serias, destrucción ósea y perdidas dentales. Y llegados a este punto lo único que podemos hacer es ralentizar el proceso, porque ya no es reversible. Y podríamos pensar que los problemas acaban aquí, pero no. Se ha demostrado que enfermedades primarias como la enfermedad periodontal pueden producir un exceso de bacterias en sangre que acaban llegando, por ejemplo, a las válvulas del corazón y provocando endocarditis infecciosas que tienen un pronóstico realmente malo para nuestras mascotas.
¡Así que empecemos a cepillar dientes!